Entre los años 1533 y 1534 el invento pasó el Atlántico y se empezó a imprimir en México. En Lima, en 1583, el italiano Antonio Ricardo imprimió el primer libro peruano. Posteriormente se instalaron imprenta en Manila (1593), La Paz (1610), Puebla (1640), Guatemala (1660), La Habana (1707), Ambato (1754), Quito (1760), Nueva Valencia (1764), Santiago de Chile (1776), Guadalajara (1793), Veracruz (1794), Santiago de Cuba (1796) y Puerto Rico (1802). En Nueva Granada, la primera imprenta fue la de los jesuítas, en 1738. Otro taller empezó a funcionar en 1777. Nicolás Nariño fundó su imprenta La Patriótica en 1793.
En Argentina la primera imprenta fue construida en misiones y empezó a funcionar en 1700, y el primer impreso fue el Martirologio Romano. En Córdoba, la primera impresión fue del año 1766. En Buenos Aires la imprenta empezó a funcionar en 1781.
En las colonias inglesas el primer libro impreso fue el que se editó en Cambridge, titulado The freemans´ Oath, en 1639.
Hasta el siglo XVIII no se avanzó demasiado en la técnica impresora. Hasta entonces la incipiente técnica consistía en colocar los caracteres sobre la platina, encima del papel y presionar con la prensa de madera y mármol.
En 1777 Didot construyó una prensa, toda de hierro y del mismo tamaño que la hoja de imprimir, que fue perfeccionándose posteriormente. En ella todavía se entintaba a mano, entre prensada y prensada.
En 1814 se dio un gran paso en la mecanización de la imprenta con la invención de la máquina de cilindros por König; el molde plano pasaba sobre la superficie cilíndrica donde estaba colocado el papel y el entintado era ya automático.
El invento de la máquina de vapor estimuló y favoreció la rápida industrialización, y gracias a ella se dio el surgimiento, como clase dominante, de la burguesía. Con estos adelantos técnicos y los posteriores, los antiguos maestros impresores fueron, cada vez más, dejando la producción directa en manos de sus obreros. Fueron así naciendo las grandes imprentas nacionales.
En 1854 apareció la máquina de reacción, en la que el papel, impreso por una cara, retrocedía y lo era por la otra. Siguieron los perfeccionamientos y, en 1855, se registraba la primera patente de máquina rotativa por Hue. El molde cilíndrico, obtenido por estereotipia curva, presionaba contra el cilindro imprimiendo por las dos caras. Se usaba ya el papel continuo y se hacían tiradas de 10.000 ejemplares por hora.
En 1884 Mergenthaler patentó la linotipia, en la que la composición y distribución eran automáticas y en la que se fundían líneas enteras. Posteriores perfeccionamientos condujeron a la invención de la monotipia (1887), máquina que separaba las funciones del teclista de las de fundición y fue precursora de la composición automática mediante banda perforada.
Desde comienzos del siglo XX se idearon nuevas técnicas de impresión. La aparición de la fotocomponedora hizo posible la sustitución paulatina de la composición en caliente por la composición en frío, mediante películas. Ello supuso cambiar el crisol de las componedoras mecánicas por una cámara fotográfica, de manera que los textos eran directamente fotografiados en películas, con las cuales se impresionaba las planchas destinadas a la impresión de offsetes o huecograbado. En las fotocomponedoras más modernas, tanto proceso de composición de los caracteres tipográficos y su disposición en cada página como el proceso de filmación se realiza mediante computador. Para imprimir las ilustraciones se obtienen de ellas, mediante métodos fotográficos cuatro películas, que servirán respectivamente para imprimir el amarillo, el cian, el magenta y el negro. El resultado será una imagen con los mismos colores que el original (cuatricromía).